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Un llamamiento a la conciencia mundial:

La Convención sobre genocidio 

Por Gabriela Mistral, nació en vicuña, Chile, fue laureada con el preinio Nobel de literature en 1945.

"El 12 de enero de 1951, la convención entro en vigencia, y m fecha debe convertirse en un día especial para el mundo: el Día de la prevención del genocidio. . . Día dedicado no sólo al recuerdo de las víctimas de ese crimen, sino también al balance de la obra realizada en cumplimiento del contenido de la convención."

New York Teimbre, REIMPRESION DE LA REVISTA DE LAS NACIONES UNIDAS PUBLICADO POR LAS NACIONES UNIDAS, Departamento de Informaci6n Pública


 

 

Las Naciones Unidas y el mundo en general pueden tener a mucha honra el grandioso triunfo de la Convención sobre prevención y castigo del crimen de genocidio. 

Genocidio es el nombre nuevo de un mal antiguo que las Naciones Unidas definen hoy como un crimen internacional. En su sentido literal, genocidio significa la destrucción intencional de grupos nacionales, raciales, religiosos o étnicos. 

La Convención fue ratificada por el imponente numero de cincuenta y una naciones [Junio 1956], que representan mas de la mitad de la población del mundo: Afganistán, Albania, Alemania, Arabia Saudita, Australia, Bélgica, Brasil, Bielorrusia, Bulgaria, Camboja, Canadá, Checoslovaquia, Chile, China, Costa Rica, Cuba, Ceilán, Corea, Dinamarca, Ecuador, Egipto, El Salvador, Etiopia, Filipinas, Francia, Grecia, Guatemala, Haití, Jordania Honduras, Hungría, Islandia, Israel, Italia, Laos, Líbano, Liberia, Mónaco, Nicaragua, Noruega, México, Panamá, Polonia, Rumania, Suecia, Siria, Turquía, Viet-Nam, Yugoslavia, Ucrania, y la Unión Soviética. 

Merecen especiales felicitaciones y comprometen nuestra gratitud las naciones incluídas en este grupo que, sin formar parte de la organización internacional, han contribuído así a universalizar sus funciones, a pesar del estancamiento existente en cuanto a la aceptación de nuevos miembros. Ellas dan vida en esta forma a la esperanza de que muchas otras naciones colaboren en esta humanitaria obra de las Naciones Unidas, a cuyo servicio el profesor Rafael Lemkin, quien acuñó la palabra genocidio, está dedicado con apostólico fervor. 

Con impresionante regularidad el hombre se ha dejado arrastrar hacia la violencia y el genocidio a lo largo de su historia. A pesar de los progresos de la civilización, el genocidio marca al siglo XX como uno de los más terribles de la existencia del mundo. Grandes han sido las pérdidas, en vidas y en valores culturales, durante su transcurso. 

Pero en lo hondo del corazón, el hombre guarda un fervoroso anhelo de equidad, de amor y de justicia. Sobre todo, grande es el ansia de seguridad que sienten los segmentos más débiles de la Humanidad: las minorías y las pequeñas naciones. 

El éxito de la convención es grande hoy, y lo será mayor mañana, porque ella encarna necesidades y deseos universales sobre todo, porque su nombre, la palabra genocidio, lleva en sí una sanción moral, un repudio del mal, un proceso, proceso en que todo hombre y toda mujer que piensa toman parte. 

Frente a los daños irreparables del genocidio, las Naciones Unidas han tenido la inspiración de introducir en la convención no solamente el deber de castigar, sino también el de prevenir este crimen. En ese sentido, ella incluye la ley y la sociología. El artículo 5 de la convención obliga a las partes contratantes a introducir la definición del crimen de genocidio y su castigo en la legislación interna de cada una. En esta forma, la acción de la Organización de las Naciones Unidas encontraría apoyo en el código penal de cada país. 

Las leyes internas y el empleo de la palabra genocidio en el derecho penal de todos los países, pondrían más vitalidad en la definición y acrecentarían el sentido de la seguridad, en el mundo. Es éste un acto cuya urgencia reclama la atención inmediata de América Hispana. 

Pero la prevención es, además, una cuestión educativa. Ella representa devolver su flexibilidad a las arterias esclerosadas de la sociedad, Para que por ellas circulen de nuevo sus sensibilidades. Es una obra que requiere constantes esfuerzos. 

Para que el mundo tenga siempre presente el problema que encarna la convención sobre genocidio, no basta introducir esa definición en las leyes de las naciones. Preciso es también llevarla a las conciencias, al terreno cultural, a la literatura, a la música, a las bella artes, a cauta causa de opinión publica sea posible encontrar. 

El 12 de enero de 1951, la convención entro en vigencia, y m fecha debe convertirse en un día especial para el mundo: el Día de la prevención del genocidio. . . Día dedicado no sólo al recuerdo de las víctimas de ese crimen, sino también al balance de la obra realizada en cumplimiento del contenido de la convención. 

Dentro de un plan de acción y en el desarrollo de sus ponderadas actividades, las Naciones Unidas continuáran, sin duda, prestando su apoyo a la convención sobre genocidio, documento que impone a las naciones el sagrado deber de evitar la destrucción de grupos nacionales, raciales, religiosos y étnicos de la Humanidad, valiosos residuos de la vida espiritual del mundo. 

Al protegerlos, nos protegemos a nosotros mismos. La convención sobre genocidio debe ser respetada y sostenida. No deben socavarla arteras negociaciones. Preciso es darle fuerza para hacer de ella parte de la energía vital de nuestra civilización. 

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18 agosto 2000
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